Las aulas deberían ser lugares de aprendizaje, respeto y diversidad. Sin embargo, el racismo en la escuela sigue siendo una realidad que afecta a miles de estudiantes en todo el mundo. Desde burlas por el color de piel o acento hasta exclusiones sutiles o trato desigual por parte del profesorado, la discriminación racial se cuela en el entorno escolar, muchas veces sin ser detectada ni abordada.
“El racismo en la infancia no nace, se aprende”, afirma Marta Robles, pedagoga especialista en diversidad.
Racismo infantil: lo que a veces no se ve, también duele
El racismo entre menores puede comenzar desde muy temprano, imitado del entorno familiar o social. Algunos signos frecuentes incluyen:
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Apodos ofensivos o comentarios sobre la apariencia.
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Exclusión sistemática de compañeros racializados en juegos o trabajos en grupo.
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Menor expectativa académica hacia alumnos de ciertos orígenes.
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Invisibilización de otras culturas en los contenidos escolares.
Estos comportamientos, si no se corrigen, afectan la autoestima, el rendimiento académico y el bienestar emocional del alumnado afectado.
¿Qué pueden hacer los docentes y las escuelas?
La lucha contra el racismo en las aulas no depende solo de sancionar comportamientos ofensivos. Requiere una educación antirracista activa, que forme parte de la cultura escolar. Algunas estrategias clave incluyen:
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Incorporar contenidos que visibilicen la diversidad cultural.
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Promover debates sobre igualdad, empatía y respeto.
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Actuar con rapidez ante casos de discriminación.
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Capacitar al profesorado en enfoque inclusivo y diversidad.
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Involucrar a las familias en el proceso.
“No basta con decir que todos somos iguales, hay que mostrarlo con acciones concretas cada día”, subraya la docente y activista Lourdes Fernández.
Educar en igualdad es prevenir violencia futura
Numerosos estudios demuestran que los niños y adolescentes que crecen en entornos inclusivos y libres de prejuicios desarrollan mayor inteligencia emocional, respeto por las diferencias y habilidades de convivencia.
En cambio, permitir que el racismo crezca en silencio en los centros escolares refuerza desigualdades y perpetúa estructuras de exclusión en la sociedad adulta.
Un aula sin racismo es posible… si lo decidimos
Educar sin racismo no es una utopía, es una necesidad. Las escuelas tienen el poder de construir generaciones más empáticas, justas y conscientes. Pero ese cambio empieza con voluntad, formación y compromiso.
Porque cada niño merece aprender sin miedo a ser quien es.
