A pesar de los avances sociales, legislativos y culturales logrados en muchas partes del mundo, el racismo continúa siendo una de las principales formas de discriminación. Presente en estructuras institucionales, sistemas judiciales, medios de comunicación y relaciones cotidianas, el racismo impacta profundamente en las oportunidades, la seguridad y el bienestar de millones de personas. La lucha contra este fenómeno requiere un compromiso real de gobiernos, instituciones y ciudadanía.
Racismo estructural: cuando la discriminación está en el sistema
El racismo no se limita a actitudes individuales o insultos. Una de sus formas más peligrosas es el racismo estructural, es decir, la discriminación que está integrada en las leyes, políticas públicas y sistemas sociales. Este tipo de racismo afecta, por ejemplo, al acceso a la educación, la vivienda, la salud y el empleo.
En países como Estados Unidos, Reino Unido o Brasil, diversos estudios han demostrado que las personas racializadas —particularmente negras, indígenas y migrantes— tienen menos oportunidades laborales, reciben salarios más bajos y enfrentan más obstáculos para acceder a la educación superior. En el ámbito de la salud, también es común que reciban una atención de menor calidad o sufran negligencias médicas.
Racismo policial y justicia desigual
Uno de los ámbitos donde el racismo se manifiesta con mayor claridad es el sistema judicial. En Estados Unidos, por ejemplo, personas afroamericanas representan cerca del 13% de la población, pero más del 30% de la población carcelaria. Casos como el asesinato de George Floyd en 2020, a manos de un policía blanco, evidenciaron ante el mundo las profundas desigualdades raciales en el uso de la fuerza por parte de las autoridades.
En Francia, Reino Unido y otros países europeos, organizaciones sociales han denunciado prácticas policiales de “perfilamiento racial”, donde jóvenes de origen africano o árabe son detenidos y registrados con mayor frecuencia que los blancos, sin justificación legal.
Educación y racismo: una deuda pendiente
La escuela, en teoría, debería ser un espacio para la igualdad. Sin embargo, en muchas ocasiones, reproduce estereotipos racistas. En algunos países, los libros de texto siguen presentando una visión eurocentrista de la historia, invisibilizando o minimizando los aportes de pueblos africanos, indígenas o asiáticos.
Además, estudiantes racializados suelen sufrir acoso o exclusión por parte de sus compañeros e incluso de docentes. La falta de representación en el profesorado y en los contenidos académicos refuerza la idea de que solo una parte de la población merece protagonismo. Por ello, muchas organizaciones exigen una educación antirracista, que promueva la diversidad y el respeto desde la infancia.
Medios de comunicación y cultura: entre estereotipos y representaciones
Los medios de comunicación y la industria cultural juegan un papel fundamental en la forma en que se perciben las diferentes identidades étnicas y raciales. Lamentablemente, durante años, las personas racializadas han sido retratadas en roles estereotipados o directamente invisibilizadas.
Aunque en los últimos años se han hecho avances —con películas, series y campañas publicitarias más inclusivas— aún persisten sesgos que refuerzan la discriminación. La presencia de personas racializadas en puestos de dirección, producción y redacción sigue siendo minoritaria.
Resistencia, activismo y esperanza
Frente a este panorama, los movimientos antirracistas continúan creciendo. Desde el histórico movimiento Black Lives Matter hasta iniciativas locales en barrios, universidades y redes sociales, cada vez más personas se organizan para denunciar el racismo y exigir transformaciones reales.
Estas luchas no solo buscan denunciar injusticias, sino también reconstruir narrativas, empoderar a comunidades históricamente excluidas y crear espacios donde la diversidad sea celebrada, no castigada. El activismo joven, interseccional y digital está marcando una nueva etapa en la lucha contra el racismo.
Conclusión: un problema de todos
El racismo no es solo un problema de quienes lo sufren, sino de toda la sociedad. Desmontarlo requiere reconocer su existencia, escuchar a quienes lo padecen, revisar las estructuras que lo sostienen y actuar en consecuencia. La igualdad racial no será posible sin una participación activa y comprometida de todos los sectores sociales.
La lucha contra el racismo es una tarea colectiva, urgente y global. Porque mientras exista racismo, no puede haber verdadera justicia.
