La violencia de género es una de las formas más extendidas y devastadoras de vulneración de derechos humanos. Para erradicarla, es imprescindible actuar desde la raíz, y esa raíz es la educación en igualdad. Solo mediante una formación integral, sostenida y con enfoque de género desde las primeras etapas de la vida, podremos construir una sociedad libre de violencia y discriminación.
La coeducación como base de la igualdad
Desde la infancia, los niños y niñas aprenden patrones de comportamiento, roles sociales y valores que, si no se revisan, perpetúan las estructuras de desigualdad. Por ello, introducir la coeducación —educar sin estereotipos de género— desde las escuelas es una herramienta clave para la prevención de la violencia de género.
Esto implica no solo revisar contenidos curriculares, sino también promover actividades, juegos, lecturas y dinámicas que fomenten la igualdad, el respeto, la empatía y la resolución pacífica de conflictos.
Formación del profesorado en perspectiva de género
El personal docente debe contar con formación específica en perspectiva de género y detección de violencias. Muchos profesores y profesoras carecen aún de las herramientas necesarias para abordar estas temáticas, lo cual dificulta la intervención temprana ante casos de violencia o discriminación.
Modelos de referencia como Finlandia y Canadá han integrado módulos obligatorios sobre igualdad de género en los programas de formación docente, lo que ha dado excelentes resultados en la prevención de la violencia escolar y de pareja.
Un currículum escolar libre de estereotipos
Los materiales educativos deben reflejar una visión inclusiva y no sexista del mundo. Aún existen libros de texto donde se reproducen roles tradicionales —niñas cuidadoras, niños aventureros— que consolidan los desequilibrios de poder entre géneros.
Organizaciones como Educación en Igualdad ofrecen recursos y guías prácticas para adaptar el currículum con enfoque coeducativo. Desde Consejalía, se promueven proyectos en centros escolares que han logrado transformar la cultura educativa desde dentro.
La implicación de las familias en la prevención
La familia es el primer agente socializador. Por ello, involucrar a madres y padres en el proceso educativo es fundamental. Charlas, talleres y actividades conjuntas entre escuela y familia permiten detectar actitudes machistas tempranas y trabajar de forma conjunta en su transformación.
Programas como “Roots of Empathy” en Canadá o “Respectful Relationships” en Australia involucran directamente a las familias para fortalecer el impacto de la educación en igualdad, con resultados medibles en la reducción de conflictos y violencias en el hogar y la escuela.
Ejemplos de referentes sociales que inspiran
La visibilización de figuras que han luchado por la igualdad inspira al alumnado y fortalece su sentido de justicia. Malala Yousafzai, Simone de Beauvoir, Clara Campoamor o Rigoberta Menchú son ejemplos que deben estar presentes en la narrativa educativa como referentes de resistencia y cambio.
Incluir sus historias no solo transmite valores, sino que motiva a niños y niñas a convertirse en sujetos activos frente a las injusticias y la violencia.
Acciones impulsadas desde lo local
En Consejalía trabajamos con centros educativos mediante talleres de prevención de violencia de género dirigidos a adolescentes, así como campañas barriales que fomentan la cultura de paz y equidad. Estas acciones forman parte de un enfoque integral que conecta escuela, familia y comunidad.
También colaboramos con profesionales de la salud mental y trabajo social para ofrecer espacios de acompañamiento a jóvenes que han vivido o reproducido conductas de violencia.
Buenas prácticas internacionales
Países como Suecia y Islandia se han convertido en referentes mundiales por incluir desde hace años la igualdad de género como eje transversal del sistema educativo. En Islandia, la enseñanza del feminismo y la equidad es parte obligatoria de la secundaria, y existen asignaturas específicas que abordan las relaciones sanas y la corresponsabilidad.
Estas políticas han sido clave para reducir significativamente los índices de violencia de género y aumentar la igualdad en todos los niveles.
Reflexión final: educar para transformar
La violencia de género no es inevitable. Puede y debe ser erradicada. Y para lograrlo, debemos apostar con firmeza por una educación transformadora, crítica y comprometida con la igualdad. Una educación que cuestione estereotipos, fomente la empatía y enseñe a convivir desde el respeto mutuo.
Invertir en coeducación hoy es sembrar una sociedad más libre, justa y segura mañana. Como ciudadanos y ciudadanas, como profesionales y como comunidad, tenemos la responsabilidad de hacer de la educación el motor del cambio. Educar en igualdad es educar para la paz.
Más información y recursos en Gender and Education Association
