Entender que la desigualdad persiste
Nos han querido convencer de que la igualdad ya se logró, pero las estadísticas cuentan otra historia: brechas salariales, falta de representación política, violencia de género, tareas de cuidado no reconocidas. Todo eso es parte de una desigualdad estructural que seguimos enfrentando.
Reconocerlo no es dividir, es ver la realidad tal como es para transformarla.
El cambio empieza en casa
Desde cómo educamos a nuestros hijos hasta cómo nos organizamos en el hogar, la igualdad de género se construye en lo cotidiano. No se trata de que todos hagamos lo mismo, sino de que todas las personas tengamos las mismas posibilidades de elegir, de participar y de ser valoradas.
Repartir las tareas, respetar los cuerpos y decisiones ajenas, hablar sin estereotipos: todo suma.
Derechos reproductivos, autonomía y libertad
La igualdad también pasa por respetar el derecho de cada persona a decidir sobre su cuerpo. Acceso a anticonceptivos, educación sexual integral, aborto legal, seguro y gratuito: todo eso no solo previene embarazos no deseados, también protege vidas y garantiza autonomía.
No hay igualdad sin libertad sobre el propio cuerpo.
Construir espacios seguros e inclusivos
Queremos vivir en ciudades donde caminar solas no sea un riesgo. En trabajos donde ser mujer o trans no signifique ganar menos o tener que soportar acoso. En comunidades donde todas las voces sean escuchadas, no solo las dominantes.
La igualdad de género es más que una consigna: es una transformación profunda, y cada paso cuenta.
